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Hoy no venía aquí para hablar de principesas. Pero, ¿a quién pretendo engañar? Siempre acabo escribiendo a cerca de lo mismo.
Demasiadas sensaciones juntas en poco tiempo, demasiados errores, pero nunca demasiados besos. 
Fotos que se ahogan entre tanto polvo, recuerdos que intentan bañarse en los mares del olvido, besos que quieren repetirse para intentar ser un poquito mejor de lo que fueron. Princesas que se sienten olvidadas. Camas que se quedan grandes sin ti. 
Y aún guardo espacio en mi móvil para tus mensajes de texto, así como siempre quedará espacio para ti en mi corazón.
No debería estar escribiendo esto, no. No debería, simplemente. Pero aquí me hallo, que ahora a la que se le caen las sílabas por la boca es a mí, y ahora soy yo la que no puede formar cosas bonitas que me sepan hablar de ti, de mí, y de lo que fuimos.
Un bonito recuerdo. El mejor de los últimos meses del año.
Sigo esperando aquel café de desayuno, y despertarme una vez más entre tus brazos. 

En fin, principesa. Que hoy es veintidós y es el aniversario del día que nos conocimos. Cuatro meses. Cuatro meses hace que te besé, cuatro meses hace que me besaste. Cuatro meses hace que te conozco, y las sonrisas que me has sacado en ese tiempo son incontables.
Al fin y al cabo, gracias por todo. 
Te quiero. Hoy y siempre.

Amargura de vida.

Que si problemas con el dinero, que si problemas con el dinero, que si problemas con el dinero. Y siempre ha sido así, desde hace más de seis meses cuando él se fue de casa.
Desde entonces es todo que si falta de esto, que si no hay de esto, que si hace falta comprar esto, pero no hay dinero. Y, claro, a todo tiene que estar informado de pe a pa el hombre este.
Qué asquedada estoy de todo, por Dios.
De mi vida, de mi madre, de su novio, de las gilipolleces de mi madre, y de ser la última mierda para ella.