Ya no sé.

Ya no sé ni por qué me doy por aludida con tus estúpidos textos a cerca de personas misteriosas. Ya no sé ni siquiera por qué he de darme por aludida, ni por qué busco constantemente que me vuelvas a decir que estás enamorada de mí. No entiendo por qué sigo haciendo estas tonterías que debieron cesar hace tiempo. Ni por qué tú sigues con alguien si en realidad tú y yo sabemos que no lo quieres. No sé por qué sigo esperando algo, algo importante. No sé por qué espero a que me vuelvas a decir que me amas, para que ambas la volvamos a joder... y nuestras personalidades choquen una vez más.
No quiero eso, y sé que tú tampoco, porque estamos perfectas así. Pero, supongo que, me habré acostumbrado a aquellas estupideces que te hacían tan extremadamente monísima.

Envidiosa.

Sí, bueno, no voy a mentir. Tal vez me gustaría ser un poco más guapa, y tener el peso que para mí es ideal. Es posible que quiera una sonrisa más bonita, unos dientes más alineados, y una nariz más perfecta. 
Soy humana, y soy envidiosa. Envidio a las modelos, a las personas que tienen el pelo liso, y a las que tienen un tipo diez. Así como también envidio a quienes tienen los ojos verdes que contrastan con su piel morena, a las castañas claras naturales, y a quién tiene una sonrisa perfecta junto a unos dientes geniales. Envidio a quién tiene la nariz perfecta, a los que tienen una voz dulce pero potente, y a las chicas que usan una 90. Y también a todas aquellas que tienen pies perfectos, barrigas odiosamente planas, y piernas estupendas. 
Repito que, soy humana, y soy envidiosa. Como tú. 
¿O acaso miento? 

Te quiero.

¿Recuerdas el primer beso, la primera caricia, el primer "te quiero" y todos esos primeros momentos? No los olvides, por favor.

Lo siento.

Pero es que no soy ni preciosa,
ni una princesa.
Y ella se pasa la vida tropezando con la misma piedra.
Cómo todo ser humano.

¿Y qué cojones puedo decir?

Que no me da la gana pasar media vida
buscando una droga que tal vez no exista.

Línea recta, moviendo caderas.

Estaba andando en línea recta por el borde de la acera. Constante, y manteniendo el equilibrio ante todo. Iba sola por la calle, pero ya no me importaba tanto como antes, me había acostumbrado a estar sola, e incluso le había buscado cosas buenas. Seguía constante, y aún no me había tambaleado ni lo más mínimo. Y os estaréis preguntando por qué iba yo en línea recta, y empeñándome tanto en no caerme. Pues porque me dijeron que las mujeres solían andar en línea recta, moviendo así sus curvas. Y yo, como una tonta, lo probé. Pues esas últimas semanas estaba intentando ser más femenina por el simple hecho de que alguien dijo que le gustaban más las chicas femeninas. Yo intentaba serlo, lo prometo. Pero tanto él, como yo, y como el resto de gente que me conocía sabía que sería un poco imposible, pues nadie puede ser lo que no es. Y hay que aceptarlo, yo no soy muy femenina, ¿y qué? Supongo que me acabará dando igual, supongo que acabaré haciendo lo que quiera de todos modos. Pues yo soy así. Paso de los comentarios de la gente. ¿No te gusta mi bisexualidad, ni mis camisetas anchas? Pues corre, ve a decírselo a alguien que le interese, porque a mí desde luego me la trae realmente floja. 
Y, ¿sabéis qué es lo mejor de todo? Que voy a seguir siendo así. 

¿Qué le ves?

¿Que qué le veo? Puf, me enamora. Me hace sentir cosas que nadie antes me hizo sentir. Me complementa, supongo. Me mira con esos ojos, y tiene una mala hostia que me encanta. Me pone muy nerviosa, y es muy maleducado. Tiene un no sé qué, que me encanta tanto como él. Pasaría noches enteras abrazada a él, y me encantaría despertarme entre sus brazos. 
Supongo que eso es el amor, esa estúpida cosa que te hace sentir sensaciones estúpidas.


No sé qué le veo, sólo sé que le quiero.

Bah, amor.

Sí, es definitivo. 
Estoy rematadamente enamorada.

"El hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra."

Sí, sí, dos veces, o más. O constantemente, quién sabe. 
Os habréis hartado a escuchar esa estúpida frase, pero es que, es tan estúpida porque tiene razón.
Pasamos media vida tropezando con piedras inservibles que sólo estorban en tu camino, ¿o no es así? 
Eso es lo que eres, una estúpida piedra que sólo se interpone en mi camino cuando estoy más distraída, vete de una vez, no sirves, y nunca serviste.

"Y ella se pasa la vida tropezando con la misma piedra. Cómo todo ser humano."

"Y los sueños, sueños son."

Dicen que cuando te duermes pensando en una persona, esa persona sueña contigo. Pero, bueno, eso significaría que mis sueños son por algo, ¿no? Y también significaría que él soñaría conmigo casi todas las noches. 
Aunque, bueno, basándonos en mi negatividad, sigo pensando que eso son todo mentiras, que, tal vez, si tienes algo de suerte, se cumplen como simples casualidades.

R&J

Me enfadé.
Me besó.
Me desenfadé,
y volvió a posar sus labios sobre los míos.

Le sigo queriendo, es duro.

Yo qué sé. Ya creo que no sé nada. Y empiezo a tirar la toalla. Aunque no quiera, pues siempre creí que yo sería más fuerte que todo esto. Sé que es difícil, pero no quiero renunciar, al menos aún no. Si hay posibilidades, y sé que las hay, aunque haya una entre un millón, merecerá la pena intentarlo, o, en este caso, intentarlo de nuevo. 
Aunque siga sin querer, empiezo a ceder un poco en este tema. La presión me vence. La cordura empieza a desvanecerse entre tanta locura. Él me gana en todo, pues sólo soy alguien débil. Los pensamientos que antes iban de un tema a otro, ahora sólo se centran en él, y su skate. El amor empieza a no tener sentido sólo porque él no está conmigo. Las tardes pierden su precioso color cuando él no está. Y sus ojos siguen siendo lo más bonito que he visto en mi vida. Mi arrepentimiento está alcanzando niveles muy insospechados, y mi amor por él también. 
Aunque, bueno, tal vez, y sólo tal vez, las cosas volverán a su color inicial, o incluso a uno más bonito. Tal vez todo vuelva a estar como antes, y cada uno esté en su lugar...
O, bueno, tal vez no. 


"Pase lo que pase, hagas lo que hagas, te voy a seguir queriendo... ¿vale?"

Darlo todo por perdido.

Aquel día me cansé de todo. Me vestí con una camiseta ajustada, unos pantalones cortos, su camisa verde y unas zapatillas. Y salí de casa tan sólo con el móvil, el iPod, las llaves, y aquella pulsera negra y verde, cómo no, últimamente no salía de casa sin ella. No tenía rumbo fijo, pero, casi sin quererlo, comencé a bajar. Pasé por tantos sitios que ni recuerdo, tantos sitios que veía diariamente. Llevaba puesta la música, alta, para evadirme del mundo, como siempre hacía en estos casos. Llegué a la playa, y no sabía ni siquiera por qué camino decidí bajar aquella vez. 
Esa playa que había visto siempre llena desde que tengo memoria, estaba vacía. Tan sólo había arena, mar y brisa. Exceptuando la gente que aquella tarde salía a pasear por el paseo. Yo, a pesar de que odiaba la arena, entré en la playa, y me senté en la arena, descalza, y con su pulsera en la mano. Me senté y, acariciando aquella pulsera, pasé horas escuchando música triste. Pero aquel día no solté demasiadas lágrimas, no... ya ni las lágrimas podían llenar mis vacíos. Aquel día fui ahí para deshacerme del mundo. Pero no podía. No podía deshacerme de él, ni por unos momentos. Pues él, era -y sigue siendo- mi mundo. Podía ausentarme de todo. Podía desconectar durante unos minutos de absolutamente todo. Pero no podía decirle a mi mente que dejara de pensarle, ni por unos segundos. 
Aquella tarde, después de mis múltiples intentos por olvidarme de su nombre tan sólo por unos segundos, volví a pensarle fuerte, más que nunca. Pensé positivo, algo raro en mí. Pero seguiría siendo imposible. Seguiría estando todo perdido. Y la respuesta seguiría siendo un no. 
Aunque, bueno, después de varias horas esforzándome por crear un mundo en el que todo salía bien, después de ver todas esas veces que lo intenté, y volvió a salir mal. Me di por vencida. 
No, no me sequé las lágrimas. Pero me puse las zapatillas, y volví a mi casa por un camino completamente distinto. Seguía con su pulsera en la mano, y su camisa puesta sobre mí. Y, bueno, también seguía llevándole a él en mi mente. 






"¿Será esto amor, o habré sobrepasado la ligera línea que diferencia éste de la obsesión?"

Con las lágrimas en los ojos, y las demás a punto de salir.

Con las ilusiones agotándosele, y las restantes a punto de hacerlo, ella continuaba llorando.
Con la pulsera que tenía escrito su nombre en una mano, y un rodamiento desgastado en la otra, ella veía pasar su vida mientras el más mínimo golpeteo de tabla contra el suelo le recordaba a él. 
Con el pelo recogido, y las piernas cruzadas, ella seguía pensando en él, y en cuándo volvería a verle. 
Con un vestido rosa puesto, y unas sandalias demasiado bonitas para como solía vestir ella, continuaba con la cabeza llena de vacíos, y los espacios ocupados llenos de recuerdos a su lado, y de estúpidas preguntas sin respuesta alguna.

Diferente.

Aquella tarde la pasé sentada en aquel banco, mirándole. Por aquel entonces seguíamos juntos. Y, cuando el parque se vació un poco, él vino a mi lado a sentarse. No le gustaba -ni le gusta-, tener esos royos ahí. 
Empezamos a hablar de alguien que me dijo que no sabía por qué alguien como él podría quererme a mí. Y él me dijo la razón por las que me quería. 
"Bueno -empezó diciendo-, la quiero porque es distinta. No tiene un estilo determinado, simplemente su estilo." 

De mayo.

Recuerdo aquel día, fue bonito. Desconocía esa parte del amor. 
Pasamos aquella tarde del diecisiete juntos, haciendo tonterías, y comiendo creëpes. Pero, cuando llegó el momento, creí que él debería oír mi corazón de lo fuerte que latía, y me sonrojé mucho. Me dijo "Oye, yo de aquí no voy a irme sin un beso, eh..." y, aunque me costó, acabé besándole. Total, llevaba toda la tarde deseándolo. Y así pasamos el resto de la tarde, besándonos. Hasta que llegó la hora de irme. Yo no quería irme, él no quería que me fuese, pero debía hacerlo.
Y, tras el largo camino hasta mi casa, junto a él, llegamos a mi portal. Le di un beso de despedida, y él me dijo "Bueno, gracias por este genial día." Y le volví a dar otro beso. Él corrió a irse con su skate hacía su casa, aún le quedaba mucho camino. Y yo subí feliz a mi casa. 


Y, hoy en día, yo sigo dando gracias a alguien por aquel día diecisiete de mayo. 

2·5+7

Recuerdo cuando lo intenté.
No alejarme nunca demasiado de ti.
Por siempre a tu lado. No importa lo que yo estaba pasando.
Pero ahora no sé las cosas que decirte

que me ayuden a demostrar que todavía estoy a tu lado.



3·3+4·2


Es... tan difícil de explicar... es... tan extraño, como yo. Es un sentimiento contradictorio.
Te dice que le quieres, pero le odias por sentir esto. Tu cuerpo te pide en el mismo instante en el que desaparece de tu vista, volver a verle, pero no quieres, porque sabes que no pararás de mirarle. Sientes que, cuando le ves, la mitad de tu mundo se vuelve feliz, y de color de rosa, mientras que, en otra parte, todo se congela, y hay terremotos, esa mitad se viene abajo de una sola mirada. Sólo puedes pensar en él. Nada más existe. Cuando se interpone alguien entre tú y él, gritas hasta que se aparta. Cada recuerdo, cada sonrisa suya, cada beso, te hace recordar ciertas cosas que, a veces quieres pensar y otras no quieres. Sabes dónde vive, y sabes que sin duda irías a buscarle cualquier día de estos. Es posible que lo des todo por verle. Es simple, pero también es complicado. Es normal, o tal vez no. Pero, sientes tantas cosas inexplicables, es común que no pares de pensar en esta situación de mierda que tenéis. Pero, sin embargo, sabes lo mal que está lo que hiciste, y no te lo perdonarás. ¿Qué te vas a olvidar en dos días?, no, no lo creo. Sabes tantas cosas que se contradicen, que no sabes a dónde ir, ni si llorar o reír. Sabes tantas cosas que, al fin y al cabo, es como si no supieses nada.
Y, aún recuerdas aquella vez que dijo, ''Estaría bien, ¿no? Mi primera novia, para siempre.'' y tú asentiste, mientras tu mundo se derrumbaba.
Me han dicho que todo el mundo merece una segunda oportunidad...


...¿será verdad?

¿SABES?, AMO A ESA PERSONITA.

-Estoy al borde del abismo, entre seguir llorando o tirarme.
-¿Sabes? Hay un personita,justo detrás de ti. Esperando a que te des la vuelta, la abraces, y te desahogues con ella... yo.

Mi nube, mi mundo, mi cuento de hadas.

¿Sabéis?, siempre viví en otro mundo. Pues desde pequeña quise evadirme de la realidad con un simple cambio de planeta. Fácil, ¿eh? Pero complicado a la larga. 
Vivo en un cuento de hadas, y aquí todo es más fácil, al menos por ahora. En mi cuento, todo el mundo vuelve, y, míradme, aquí sigo, esperando a que vuelva mi abuelo a darme de la mano y a decirme que me quiere, esperando a que el próximo coche que pase por mi calle sea el de mi padre, volviendo para así reconciliarse con mi madre. Esperando que él vuelva, y vuelva con un gran beso. O a que Chiky me vuelva a gruñir como tan cariñosamente hacía desde que la tenía. Espero pacientemente a que todos ellos vuelvan, pues no puedo hacer nada mejor. Pero, tal vez, me canse de esperar, y reconozca que esto, me guste o no, no es mi cuento de hadas. Que el sitio donde he crecido y donde actualmente vivo es el mundo real, donde los muertos no resucitan, y donde hay pocas posibilidades de que un amor pasado vuelva a florecer.
Bueno, tal vez debería bajar de mi nube un momento para ver lo mal que está el mundo. Pero, ¿para qué? Todo el mundo seguirá sin hacer nada por mí. Total, se está tan cómodo aquí arriba.
Y, ¿os digo un secreto? ¿Sabéis por qué siempre me lo tomo todo a broma? Por la simple razón de que cuando vuelva a casa, mi nube va a seguir ahí, tan cómoda como siempre, y pasaré de todo. Porque en mi mundo no está toda esa escoria de la sociedad, que se dedican a inventar, e inventar cosas a cerca de otras personas. Personas que son tan falsas como las tetas de silicona.
Así que, dicho lo dicho, voy a volver a mi nube, porque nunca debí bajar de ella.
¿Alguno de vosotros sabe lo que es la soledad?
Yo lo sé.
. . . 
. . . 
. . . 
Y no se la desearía ni a mi peor enemigo. 

Un dos, y un siete.

-Buenos días, ¿qué desea?
-Buenos días, póngame veintisiete pastelitos, con lacasitos azules y lilas por encima.
-¡Marchando! Disculpe mi atrevimiento pero... ¿para quién son tantos pastelitos?
-Para mi novia, por supuesto.


~Estas cosas que guardamos la una de la otra, son, sin duda, una forma de escondernos, y de decir que ninguna quiere que la otra desaparezca... ¿o no es así?

.I.

¿Y qué puedo decir? 
Si diga lo que diga seguiré siendo esa falsa...

La hermosa campesina. #1

Erase una vez una preciosa princesa que esperaba a un príncipe en su torre alejada de la mano de Dios. Tenía quince años, y era bajita, tanto que tenía que ponerse de puntillas para visualizar la vista que tenía desde la única ventana del torreón. Esta princesa era hija de un rey, y de una reina, como es obvio. Pero su padre había muerto, y su madre le había remplazado por otro hombre. El reino estaba contento al volver a tener un rey. Pero ella, a la que llamaban Bianca, no lo aceptaba. No podía creer que su madre hubiese hecho eso, pues Bianca aún no lo había superado, pero es que hacía tan sólo unos pocos meses que su padre había fallecido.
Bianca esperaba, y esperaba. Pero ella no era como las princesas de cuento rubias, y con el pelo largo (como Rapunzel, por así decirlo). Ella tenía el pelo corto, y con una mecha gigantesca cayendo sobre su dulce rostro. Ah, olvidé mencionar que ella era pelirroja, ¿ese pelirrojo fuego teñido? Pero el de ella era natural, y tal real, que parecía que quemaba cuando lo veías. 
Miles de príncipe oían su leyenda, y se dirigían hacia aquella torre en busca de la hermosa princesa. Pero Bianca los rechazó a todos. Y rechazó a todos los príncipes que la visitaban durante tres años más. Hasta el día en el que cumplió los dieciocho años. Ese día, Bianca se asomó a la ventana, esperando un príncipe que de verdad le convenciese. Pero en su lugar, encontró a una preciosa campesina de cabellos dorados, ella sí que parecía una princesa. La campesina llevaba una cesta, y una falda larga, vestimenta propia de una de su clase. La invitó a subir, y conforme subía, Bianca oía sus pasos. Cuando llegó a lo alto de la torre, dónde vivía la princesa, ésta la invitó a un té, y le preguntó su nombre. Y cuando la campesina le dijo "Me llamo Emilie, y me he perdido entre toda la belleza de este bosque." Bianca creyó oír a los dioses, y sintió que caía en algo de lo que nunca querría salir. Su mirada, su belleza, su propio nombre, todo era digno de una diosa. Su pelo largo y rubio, con una onda precisa, y extremadamente bella, exactamente igual que ella. ¿Qué le pasaba? Llevaba años rechazando hombres sin ninguna razón, tal vez... esa era la razón, ¿no? Pero, no era posible... ¿o sí? ¿Y si Emilie no la llegaría a amar como ella lo haría? Pero, eso que sentía era tan fuerte, que estaba segura que superaría todo si fuese a su lado. Desde el momento en el que oyó su nombre, Emilie, supo que jamás amaría a alguien como a ella. Y, en cierto modo, no estaba equivocada.

CONTINUARÁ.

#Especial.

Lo primero que hice fue besarla. Sí. la besé. Muchas veces. Tal vez muchísimas. Y no se puede explicar lo que sentía. 
Le dije que la había echado tantísimo de menos, pero no sé si ella se creyó del todo. Me repitió tantas veces la palabra "gorgeous" que acabé hasta creyéndomela. 
Le repetí lo especial que era para mí en varias ocasiones, y ella recitó un texto mío como si fuese suyo propio, como si lo sintiese de verdad. Sonó tan creíble, que la creí. Y besé sus dulces labios una vez más.
Fumó, fumó mucho. Pero, no sé cómo lo hacía, que sus besos seguían sabiéndome mejor que los de nadie. Así que, así pasamos la noche, entre besos... y más besos.
Una vez más, la besé, pero este beso duró tanto, que no sería capaz de decir aproximadamente cuánto duró. Sentí cosas, cosas que hacía tiempo que no sentía... cosas que nunca había sentido con una mujer. 
Y tras muchos besos, se fue a bailar, y a divertirse. Yo me limité a mirarla. Mirar como bailaba, y cómo se movía. 
Y fue justo en ese momento, ese estúpido momento, cuando me di cuenta de que yo no soy especial para ella, al menos no como lo es ella para mí, que tal vez nunca lo he sido, y que puede que nunca lo seré. 
O tal vez sí...