Llega un momento en el que te pierdes. Te pierdes y no te encuentras, pero tú sigues buscando. No sabes qué hacer, qué elegir, o cómo actuar. El momento en el que te pierdes y dejas de saber dónde estás, y a dónde vas. Sientes que te has perdido en un desierto y cualquier salida son sólo espejismos. Quieres hacer algo. Intentas salir, intentas correr, gritar, arañar, suplicar, lo intentas todo. Todo menos lo correcto, piensas. Sólo puedes seguir andando, esperar algo que tal vez no llega. Sabes lo que necesitas, pero no, tú sigues haciéndote daño con un diecisiete que ya no merece la pena. Con promesas que no se cumpliran, con personas que duelen, con puñaladas que dejan herida, con momentos que te arañan el corazón hasta sangrar. Pero intentas ser fuerte, o al menos parecerlo. No mostrar que eres débil, muy débil. Crear escudos sin importancia que un día sabes que se romperán, intentar parecer inmune, reír cuando por dentro lloras.
¿Y qué más dará? Si eres la última mierda del planeta y nadie se va a preocupar por salvarte de nada, ni de desiertos, nadie se va a preocupar por estar ahí para ser tu hombro en el que llorar. Ya no hay abrazos, ni besos, ni momentos, ni personas que estén ahí. Ahora están todos fuera, y eres tú la que tiene que salir adelante sola.
Y sé que lo conseguirás.
Y ahora a hacer que después de cuatro meses ya no duele.