Te sigo echando de menos.

Las cajas ya empiezan a llenarse, y a precintarse. Apelotonándose así todas juntas al lado de la puerta. El armario se vacía de ropa, y se van llenando más cajas a la vez. La vitrina de cristal se siente vacía sin figuritas de ciclismo. La mesita de noche está sosa sin reloj ni foto. Las cajas continúan rellenándose. Oigo el sonido de la cinta aislante, no me gusta oírlo, me hace pensar tantas cosas. Pasas una y otra vez, dejando cosas en la puerta para trasladar mañana. Recoges fotos: la que sales con tu abuela, la que sales con tu hija pequeña, una tuya de militar. Pero las de ahora tu ex mujer las dejas en su sitio, ni siquiera te molestas en mirar. Coges todos aquellos relojes que estaban en tu mesita de noche, toda la ropa y sigues empaquetando, y precintando. Veo tu rostro, y no sé qué quieres hacer con los recuerdos. Observo que los clasificas, y, los nuestros, los míos y los de mi hermana, los empaquetas también. 
Mientras tanto, yo me pregunto cosas como quién me traerá ahora el chocolate, los helados y la coca cola, como quién me cerrará la botella de coca cola tan fuerte, como que quién me hará reír con sus tonterías, como que quién estará ahí para llamarme ''petit suisse'', como que quién matará las cucarachas, como que quién me reñirá por llegar tarde y me hará esos sandwiches que tanto me gustaban. Cosas como que quién intentará ocupar tu lugar ahora, aunque estoy segura, que lo intente quién lo intente, jamás conseguirán igualarte. Jamás igualarán al mejor padre del mundo.

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