"Ya no sé si mi vida huele a ti o qué."

Mi almohada huele a lágrimas, mi cama ya no tiene ese sabor tan dulce desde que te fuiste y mi labios ahora ya no saben a lo que te gustaba a ti. Mis ojos no te ven despertar, mis manos no acarician tu cuerpo, y mis dedos no se enredan en tu pelo. Ahora las palomitas me las como solas, y las películas las elijo yo. Mis días no transcurren al rededor de si hoy te veré o no, mis horas se hacen largas sin ti, pero ya qué me importa. Mis ojos ya no te necesitan, y cuando te ven, el mundo se me ca encima. Mis besos en tu cuello ya no son besos, sólo recuerdos, y todas las caricias sólo se quedan en eso, caricias. Mi noche, nuestra noche. Mi ruptura, nuestra ruptura.
En la oscuridad te pienso. La verdad es que pienso mucho en ti, a veces más que en mí. Pero, ¿ahora qué más da? Esto son sólo palabras que jamás nadie leerá. Palabras que, una vez más, sólo saben hablar de ti, de ojos azules, de diecisietes de mayo y de skaters que me prometieron amor eterno.
De nuevo, me fumé los besos en tan sólo tres caladas, me bebí todos todos momentos y me sobró más de media botella de vozka, me drogué con tus promesas, y me fumé varios porros para olvidar que, una vez, hace mucho tiempo, fuiste mío.


"Y ya ves, ahora nos podrían etiquetar de perfectos desconocidos... y ninguno de nosotros se quejaría."

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