Correr.

Nos pasamos la vida corriendo. Corriendo para coger el bus, para acabar ese trabajo de historia tan jodido, para no llegar tarde a clase, porque nos persiguen para mojarnos con globos de agua... Pero, aquel día, yo corría para otra cosa, corría para que el tiempo no me cogiese a mí. Aunque no sirvió de nada, acabó atrapándome y desgarrándome sin piedad. Me apretó, me estrujó, me hizo añicos. Y aún tuve que sobrevivir como mejor pude, pues si yo no sobrevivía, nadie iba a hacerlo por mí. Tuve que aprender que a veces hay que dejarse la piel en el intento, que a veces una retirada a tiempo puede ser una gran victoria. Que los tacones a las cuatro de la mañana en una fiesta ya no están en los pies, que los mejores besos se dan a escondidas, que los malos son muy malos y los buenos no son tan buenos. Que hay personas que es mejor que no vuelvan y hay algunos que nunca debieron irse. Tuve que aprender que para aprender primero hay que empezar a vivir.
Y ahora creo que es hora de seguir corriendo...

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