Ana, vuelve.

Debería olvidarme de todo, debería volver a ser yo. Debería sonreír sin que nadie me lo impidiese, porque, según dicen, tengo una sonrisa bonita. Debería proteger a mi corazón de sufrir cualquier otro daño, debería protegerme a mí misma, y no retirar mi armadura por el primer te quiero que oigo entre los cristales rotos. Debería crear murallas, ser la depredadora, y no la víctima. Debería tener fuerzas para seguir, sacarlas de donde pueda, o incluso inventarlas. Debería burlarme del dolor, y de todo lo que conlleva éste. Debería sentirme bien conmigo misma, y no acomplejarme por nada del mundo.
DEBERÍA, JODER. Porque esa es la Ana que yo conozco.
Pero, miradme, tan cambiada que ni yo misma me reconozco. 
¿Y la Ana que era tan fuerte y madura? ¿Dónde queda aquella chica que quería comerse el mundo? ¿Ana, dónde estás? ¿Qué haces que no estás a mi lado apoyándome cuando más lo necesito? ¿Dónde está esa Ana que conozco yo, y sólo yo, la que sonreía aunque doliese, y la que sólo lloraba de alegría? 
Sé que estás más cerca de lo que pienso, sólo tengo que reencontrarte. Y, esta vez, no pienso rendirme. Porque ya he tirado suficientes toallas a la basura. 

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