Ojos bonitos.

Mi vela, la que había encendido hace unas horas, y la misma que había dejado en mi mesita de noche aquella madrugada, acabó por consumirse, como era obvio. Y, cuando la oscuridad invadió mi habitación, me puse a pensarte. Pero es que ese día cambié la R de romance por otra consonante en mayúscula. Decidí cambiar tu pelo a veces corto, y a veces largo, y rubio por otra cabellera más femenina. Cambié el día diecisiete de mayo, por un sábado veintidós de noviembre. Cambié tantas cosas aquella noche... 
Y aún no me arrepiento. 
La luz, espera, no había luz. Pero yo levanté la persiana intentando hacer el menos ruido posible para comprobar que la noche seguía cayendo sobre nosotros sin piedad. Y, la luna a la que tanto amaba, volvía a esconderse una vez más de mí. Las estrellas brillaban mucho, y a esas horas, cualquiera es capaz de perder la cabeza por amor. Sobretodo yo. Que pensaba en ella, y en todos sus mensajes que hicieron que me encantase un poco más. En todas las sonrisas que había conseguido sacarme en tan sólo cuatro o cinco días. En todos los futuros besos, y en los primeros momentos. 
¡Argh!, estaba perdiendo la cabeza por sus caderas.

2 comentarios:

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  2. Perdiendo la cabeza por sus caderas y el culo por un mero beso.

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