Bianca esperaba, y esperaba. Pero ella no era como las princesas de cuento rubias, y con el pelo largo (como Rapunzel, por así decirlo). Ella tenía el pelo corto, y con una mecha gigantesca cayendo sobre su dulce rostro. Ah, olvidé mencionar que ella era pelirroja, ¿ese pelirrojo fuego teñido? Pero el de ella era natural, y tal real, que parecía que quemaba cuando lo veías.
Miles de príncipe oían su leyenda, y se dirigían hacia aquella torre en busca de la hermosa princesa. Pero Bianca los rechazó a todos. Y rechazó a todos los príncipes que la visitaban durante tres años más. Hasta el día en el que cumplió los dieciocho años. Ese día, Bianca se asomó a la ventana, esperando un príncipe que de verdad le convenciese. Pero en su lugar, encontró a una preciosa campesina de cabellos dorados, ella sí que parecía una princesa. La campesina llevaba una cesta, y una falda larga, vestimenta propia de una de su clase. La invitó a subir, y conforme subía, Bianca oía sus pasos. Cuando llegó a lo alto de la torre, dónde vivía la princesa, ésta la invitó a un té, y le preguntó su nombre. Y cuando la campesina le dijo "Me llamo Emilie, y me he perdido entre toda la belleza de este bosque." Bianca creyó oír a los dioses, y sintió que caía en algo de lo que nunca querría salir. Su mirada, su belleza, su propio nombre, todo era digno de una diosa. Su pelo largo y rubio, con una onda precisa, y extremadamente bella, exactamente igual que ella. ¿Qué le pasaba? Llevaba años rechazando hombres sin ninguna razón, tal vez... esa era la razón, ¿no? Pero, no era posible... ¿o sí? ¿Y si Emilie no la llegaría a amar como ella lo haría? Pero, eso que sentía era tan fuerte, que estaba segura que superaría todo si fuese a su lado. Desde el momento en el que oyó su nombre, Emilie, supo que jamás amaría a alguien como a ella. Y, en cierto modo, no estaba equivocada.
CONTINUARÁ.
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