Darlo todo por perdido.

Aquel día me cansé de todo. Me vestí con una camiseta ajustada, unos pantalones cortos, su camisa verde y unas zapatillas. Y salí de casa tan sólo con el móvil, el iPod, las llaves, y aquella pulsera negra y verde, cómo no, últimamente no salía de casa sin ella. No tenía rumbo fijo, pero, casi sin quererlo, comencé a bajar. Pasé por tantos sitios que ni recuerdo, tantos sitios que veía diariamente. Llevaba puesta la música, alta, para evadirme del mundo, como siempre hacía en estos casos. Llegué a la playa, y no sabía ni siquiera por qué camino decidí bajar aquella vez. 
Esa playa que había visto siempre llena desde que tengo memoria, estaba vacía. Tan sólo había arena, mar y brisa. Exceptuando la gente que aquella tarde salía a pasear por el paseo. Yo, a pesar de que odiaba la arena, entré en la playa, y me senté en la arena, descalza, y con su pulsera en la mano. Me senté y, acariciando aquella pulsera, pasé horas escuchando música triste. Pero aquel día no solté demasiadas lágrimas, no... ya ni las lágrimas podían llenar mis vacíos. Aquel día fui ahí para deshacerme del mundo. Pero no podía. No podía deshacerme de él, ni por unos momentos. Pues él, era -y sigue siendo- mi mundo. Podía ausentarme de todo. Podía desconectar durante unos minutos de absolutamente todo. Pero no podía decirle a mi mente que dejara de pensarle, ni por unos segundos. 
Aquella tarde, después de mis múltiples intentos por olvidarme de su nombre tan sólo por unos segundos, volví a pensarle fuerte, más que nunca. Pensé positivo, algo raro en mí. Pero seguiría siendo imposible. Seguiría estando todo perdido. Y la respuesta seguiría siendo un no. 
Aunque, bueno, después de varias horas esforzándome por crear un mundo en el que todo salía bien, después de ver todas esas veces que lo intenté, y volvió a salir mal. Me di por vencida. 
No, no me sequé las lágrimas. Pero me puse las zapatillas, y volví a mi casa por un camino completamente distinto. Seguía con su pulsera en la mano, y su camisa puesta sobre mí. Y, bueno, también seguía llevándole a él en mi mente. 






"¿Será esto amor, o habré sobrepasado la ligera línea que diferencia éste de la obsesión?"

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